Entusiasmo

TikalMe contó un amigo su experiencia cuando fue a saltar en Bungee. Saltó el primero, con mucho nerviosismo y grito incluido. Cuando lo regresaron, le comentó al resto que el salto era lo mejor que le había pasado en la vida, que la sensación era indescriptible y que por nada del mundo debían perdérselo. Así, contagiado de entusiasmo, el siguiente procedía a lanzarse al vacío. Resulta que para el segundo aquello fue tan horrible como para el primero, pero cuando regresaba, en lugar de insultarlo, procedía a contagiar de entusiasmo al tercero, cosa de que todos, confiados, no hicieran por evitar la particular vivencia.

El entusiasmo tiene ese característica, es contagioso. En especial cuando en los ojos y ademanes de la otra persona se percibe la excitación por estar reviviendo, a través del relato, aquello que le aconteció o, acaso, algo que la persona desea.

Hace algunas semanas conversaba con una persona que tuvo la oportunidad de visitar Cuba en un par de ocasiones. Contaba lo interesante de la experiencia; lo distinto de la forma en que las personas viven; el trato particular que reciben los turistas y cómo a éstos se les vende un país que no es en el que los cubanos despiertan todas las mañanas; me habló de lugares famosos como la plaza en donde Castro compartía sus eternos discursos, de un mural en homenaje al Che Guevara, de La Bodeguita del Medio y de un lugar, aparte, en donde Hemingway solía tomarse sus Mojitos, entre otros. Un honesto entusiasmo asomaba con cada anécdota contada, a mí, que ya antes me llamaba la atención, se me multiplicó por mucho el deseo de visitar la isla.

Claro, si va —me dijo— vaya ahora que todavía están como están, luego, quizá muy pronto, el país va a cambiar y lo que le cuenten será historia, ahora, en cambio, puede ver su realidad.

Aquellas palabras tenían un sabor dulce y amargo. No puedo, pensaba, desear que sigan mal en beneficio de que yo pueda ser testigo presencial de sus desgracias, pero a la vez pensaba que no hay mejor forma de constatar el error que existe en el abuso del poder, en querer forzar las cosas y engañarse cuando con la fuerza se quiere volver en realidad algo que no lo es.

Recientemente tuve la oportunidad, o más bien decidí tomarla porque pude haber ido antes, de visitar Petén. Siendo mi primer visita, el destino obligado fue Tikal. Imaginarán, sin duda, que la experiencia es muy satisfactoria. Una maravilla ver las construcciones en medio de los árboles y uno que otro animal que se dejó contemplar. Imaginar aquello como ciudad, llena de gente, de comercio, de costumbres, de trabajo, de artesanos. Estar ahí donde toda una civilización se hizo camino para adaptarse al mundo y vivirlo a su manera. Soy escéptico, no creo en profecías, poderes, dioses y demás historias que al respecto se escuchan, pero en cambio admiro el trabajo que hicieron, los métodos que habrán utilizado, lo exacto de sus cálculos, lo interesante de sus observaciones, la creatividad y determinación para alcanzar sus metas.

Hacia la derecha del Gran Jaguar hay unas como habitaciones, según nos explicó el guía, pudimos entrar y tocarlas, estar en aquel mismo sitio que hace cientos de años tuviera un propósito muy distinto. Entonces vi las paredes de aquellas construcciones que tanto trabajo habrá dado que salieran a luz y que tanto costará mantener, y me indigné. Sentí entre decepción y enfado, tristeza y ganas de insultar a quienes, en una estúpida falta de control de su entusiasmo, decidieron que era buena idea escribir en aquellas paredes recuerdos de que estuvieron ahí o sus nombres entre corazones, como si a alguien le importara. Me hizo recordar la vez que, hace mucho tiempo, dominado por la presión social, cosa que no suele pasarme más, accedí a ir a una actividad religiosa en una iglesia en donde el mensaje fue sobre el séptimo u octavo mandamiento, según el acomodo que hacen las distintas creencias: “No robarás”. Y es que si a alguien, creyente o no, hay que recordarle que es malo robar, a aquel debemos declararlo un caso perdido, alguien cuya capacidad de razonamiento y de elección le fue hurtada, o acaso apartarlo para convertirlo en un caso de estudio. No se puede ser más obvio, como no puede serlo la importancia de no dañar, no solo aquellos monumentos testigos de tantas historias, sino lo que no es nuestro.

Sería una pena que, parecida a la recomendación que me hicieron de visitar Cuba, tenga que invitar a que visiten Tikal antes de que, como nos comentó el guía, eliminen la posibilidad de andar por entre aquellas construcciones y poder tocarlas, porque existe la idea de cercar las edificaciones para que la gente no tenga contacto con ellas y no tienda a destruirlas. La foto que acompaña éste post es de una de esas paredes.

La actividad del Bungee incluía dos saltos. Para el segundo decidieron que se lanzarían de espaldas. “Es mucho mejor, éste sí lo van a disfrutar porque como ahora ya sabe lo que se siente no da miedo” su entusiasmo, falso pero bien actuado, hizo que todos volvieran a caer en la trampa.

El entusiasmo tiene sus cosas, hay que saber controlarlo.

Saludos

PS. Espero visitar Cuba algún día, esté como esté.

Evaluación

InnovacionLa energía eléctrica que a diario consumes; mucho de los alimentos que ingieres; los medios que utilizas para comunicarte con propios y extraños; quizá el lugar en el que ahora mismo te encuentras; la computadora o el dispositivo que usas para leer éstas letras. Todo ello ha sido creado gracias al ingenio del ser humano, a su trabajo y a los avances científicos y tecnológicos que ésta raza ha podido alcanzar, los cuales han podido existir gracias a la riqueza que alguien produjo y que decidió invertir, de alguna manera y casi siempre, con la intención de enriquecerse más.

Esos mismos a quien tanto se critica, los que innovan, los que arriesgan, los que crean oportunidades de trabajo, los que tienen que pagar por los que no tienen y a los que, en lugar de dejar tranquilos para que sigan generando riqueza y beneficios para todos, se procura cargar con culpas y responsabilidades que no les pertenecen, so pretexto de que es injusto que ellos hayan sido beneficiados por la diosa fortuna, siendo que tal no existe, mientras otros, que poco hacen para salir del lugar en donde están, fueron de alguna manera castigados con un cúmulo de desventuras, según ellos, insalvables.

Aquella frase que dice “A los pobres siempre los tendréis con vosotros”, más que una condena, me parece que era una evaluación de la conducta humana, que muchas veces se conforma con lo que tiene o espera que el resto le resuelva sus problemas. Se olvida que la vida no es justa ni injusta, la vida solo es eso… vida.

Tres aspectos curiosos a evaluar:

—Con tanto conocimiento y experiencia que se ha acumulado a lo largo de la historia, es extraño que se siga negando el hecho de que la pobreza es el estado natural del ser humano, porque nadie viene al mundo teniendo y todo cuanto posee, tiene que hacerlo o comprarlo a otros que lo hicieron.

—La carga tributaria te castiga si eres bueno en tu trabajo. Si eres exitoso y produces ganancia te quitan más, ya que seas un empleado o ejecutivo de éxito o un empresario que ha logrado hacer crecer tu negocio, porque, al final, tu tienes que pagar porque otros no decidieron ser lo bueno y productivo que tu eres.

—Quienes se quejan de capitales, empresas, inversiones y avances tecnológicos, difícilmente dan un paso al costado cuando reciben los beneficios, directa o indirectamente, de todo ello.

Aquella mañana muchos hablaban del clásico español, otros ni se enteraban del tema o no les interesaba, pero andaban inmiscuidos en temas que sí les eran importantes. Entonces se levantaron las voces de algunos criticando que cada quien estuviera en lo suyo y que nadie pegara un grito al cielo por el accidente que ocurrió en el Zoológico La Aurora, en donde una avioneta cayó con saldo de vidas perdidas. Quizá ellos sintieron dolor, empatía con el luto de familiares y quienes les apreciaban, o puede ser que de alguna forma exaltan y/o veneran todo aquello que se pueda lamentar para ganar la admiración de muchos por sus buenos sentimientos y, de paso, satisfacer el pesar de su conciencia. No obstante la protesta era más fuerte, aún, porque el resto de nosotros sintiéramos lo mismo que ellos, como si la exaltación de nuestra especie dependiera de que cada uno de los integrantes de éste planeta tuviésemos que ser cortados con la misma tijera.

Yo en cambio concluía que por triste que fuera para los familiares, lo traumático del susto para testigos y personas que pudieran impresionarse con aquello y lo mucho que uno pudiera lamentar el hecho, lo cierto es que nadie se le vuelve a la vida porque se hable mucho del tema.

Pasa que la mayoría de veces gana la emoción al evaluar las situaciones. ¡Una pena!

Saludos

Un día cualquiera

Un dia cualquieraPor la mañana, en la oficina, escucho comentarios y preguntas: ¿cómo crees que quede?; creo que aún tienen oportunidad; no, no les va a alcanzar, está sentenciado. Mi rutina de mañana incluye leer algunos saludos en Twitter, esos que van para todos y para nadie y, en ese mismo medio, ver varias recomendaciones de las columnas de los diarios: no puedo resistir la tentación de visitar algunas, aunque de antemano, por quién las recomienda, casi siempre sé cuáles me gustarán y cuáles no. Izquierda, derecha y ecología de los temas más comunes. Despenalización de las drogas, criminalidad y la Cumbre de las Américas los de moda en éstos días. Los hay de distintos tonos y formas: algunos dicen que Guatemala es una porquería, que pudiendo ser bueno es lo peor y que nada cambia, esas opiniones tienden a gustar mucho. Hablar mal de alguien o algo siempre despierta morbo. Hasta ahora no logré entender el aporte de hablar despectivamente de algo solo por hacerlo y aparte hay poco mérito porque es fácil (a no ser que se haga de forma muy letrada, aunque el resultado es el mismo) y tiene el agregado de que se gana al instante el apoyo de cientos de simpatizantes que pareciera gustan de sentir lástima por sí mismos. Denunciar y señalar es otra cosa, aplaudo toda esfuerzo de aquellos que buscan informarnos con objetividad.

A unas cuadras de donde me encuentro Don Miguel ha llevado alimentos que compró a tempranas horas, que le servirán para preparar los almuerzos que venderá al mediodía. Ha llegado el cocinero, quien se apresta a realizar su tarea diaria, y el mesero ya se encuentra limpiando el lugar. Es solo una casa “adaptada” para “Almuerzos Ejecutivos” y venta de cervezas y boquitas por las noches. Hace un tiempo tuvo la idea de tener su propio negocio sin ninguna idea original, ni nada que le hiciera especial, pero le pareció rentable intentar suplir una necesidad y el gusto por la diversión de varios.

Las noticias dicen que han baleado a un chofer de camioneta. Lamentable pero pareciera que ya nadie se escandaliza con esas noticias, al menos no más allá de tres frases en una charla o un Twit. En otras columnas hay opiniones de la importancia de regalar tierras y “condenar” a los campesinos a seguir siendo eso: campesinos. El gobierno debe repartirlas, dicen, y lo cierto es que el gobierno no tiene para dar porque no produce, es a otros a quienes les quitarán para dar, parecen no entenderlo. La mayoría de esas tierras no son llevadas a producción, se descuidan o se venden.

Don Miguel prueba que la comida esté a punto, en realidad no sabe mucho de cocina pero le gusta sentirse dominador de su negocio. Espera con ansia la llegada de los clientes, “ojalá vengan hambrientos”, piensa. A Don Miguel el gobierno no le regaló nada para poner su restaurante.

“Hay que darles de comer, solos no podrán; los pobres no tienen oportunidades, hay que regalarles para que vivan dignamente; seres desalmados que tienen y quieren más en lugar de regalar lo que les sobra”. Siempre llega el momento del día en que los preocupados por los más desdichados alzan la voz.

Llega la hora del almuerzo y pienso que ir donde Don Miguel es buena idea. En un esfuerzo por atraer clientela colocó varios televisores por todo el lugar. Es día de partido, juega un equipo de los grandes de España. El lugar está casi lleno, me toca una mesa cerca de la cocina en donde hace un calor nada placentero, pero me gusta el fútbol. Las críticas a éste deporte son de lo más creativas. Es que sólo son adultos corriendo detrás de una pelota que mueven pasiones y alteran ánimos de algunos pocos que los ven en el estadio y miles alrededor del mundo.

“¡Consumistas! Hay cosas más importantes que un deporte que ni siquiera es el nuestro. Juegan del otro lado del mundo, ganan millones y nosotros gastamos nuestros pocos quetzales por sentirnos parte de ello”. Gritan. Nos quieren hacer sentir culpables por gastar nuestro dinero, ese que producimos con nuestro esfuerzo y trabajo, en lo que nos de la gana, como si no tuviéramos derecho sobre él… Como si no fuera nuestro.

Don Miguel se acerca a la mesa.

—Disculpe —me dice—, ya no nos quedan almuerzos.

¿Con qué moral acusan —Me pregunto—, si andan con ropa de marca, manejan buenos autos y gastan Q.25.00 por cada cerveza que toman? Y no, yo no les acuso, son libres de utilizar lo que es de ellos como mejor les parezca.

Un negocio de millones de dólares,que se practica del otro lado del mundo, junto a un montón de intermediarios, hace que Don Miguel tenga la oportunidad de tener un gran día en su negocio. Los martes y miércoles, durante la temporada de fútbol, tienen esa tendencia. Seguro que desea que la final sea entre el F.C. Barcelona y el Real Madrid, ese día vendería mucho más. La voz de pena con que Don Miguel se excusa por no tener más almuerzos esconde la satisfacción de un día de trabajo productivo.

Termino pidiendo una hamburguesa, eso sí hay, y viendo un tiempo del partido que solo alcanzo a disfrutar de una forma extraña, porque yo quería que ganara el otro equipo. Medito en que Don Miguel, en su afán de hacerse de un negocio propio se beneficia a sí mismo, beneficia a las cuatro personas que tiene de empleados, y beneficia a las personas y empresas con las que realiza transacciones comerciales para mantener su pequeño restaurante. Me beneficia incluso a mí, porque concluyo que lo que obtengo vale más que el dinero que estoy dispuesto a pagar por ello, más que su comida, me gusta su oferta futbolera.

Voy de regreso a la oficina pensando que quizá Don Miguel esté haciendo más que aquellos que solo se dedican a alzar la voz, como lo hacemos todos los que realizamos un esfuerzo por ser productivos. Y pensando que ojalá el afán del gobierno de regalar lo que no es de ellos no le obligue a cerrar su negocio y de paso lo obligue a dejar de beneficiar a tantos.

Saludos

Piscina y churrasco

ArbolesLa promesa es la de siempre: “mañana sí nos juntaremos temprano para poder aprovechar el día”. Despertamos y al ver la hora contemplo que estamos en tiempo, lo que hace que levantarnos sea complicado. Ya con algo de presión nos levantamos, preparamos, alistamos maletas y estamos esperando al resto que nos acompañará en el paseo.

Llegan bastante después de la hora prevista, hacemos la distribución de alimentos, implementos y personas en los autos. Logramos acomodar y salimos. Es domingo pero las calles están cargadas de autos, quizá muchos aprovechan el último fin de semana antes de Semana Santa, procurando evitar aglomeraciones. Pasamos por hielo, gaseosas y cervezas a la tienda de conveniencia. Aprovecho y compro también una bebida energizante, aunque considero que su efecto será nulo, soy incrédulo para esa y muchas cosas. Pongo gasolina al auto, la que considero necesaria para no llevar peso de más. Finalmente estamos en camino.

El día está brillante, el sol se levantó con ganas de hacer su trabajo. El auto se desliza suave y deprisa por la carretera. Pronto llegaremos —pienso— pero entonces alguien se acuerda de los chicharrones y carnitas de la venta que queda en el camino. Unas llamadas después, para ponernos de acuerdo, y estamos haciendo cola en el negocio decidiendo cuántas libras serán suficientes. Un quilombo eso de hacer la orden, se ve que todos tienen prisa por salir de ahí o mucha hambre, lo que hace todo más lento. Salimos con cinco libras más de carga.

Cuando llego al auto me percato de que no cargo las llaves conmigo. Siento un vacío en el estomago, hago gesto de circunstancia, me confieso con el grupo y el cerebro empieza a buscar soluciones. Veo dentro, a través del vidrio, y debajo del auto, recorro el camino que tomé cuando llegué hasta llegar a la caja registradora, que en realidad no es largo, ni tiene complicación alguna. A la persona que cobra le pregunto si alguien le había llevado un juego de llaves que hubiese encontrado mientras pongo mi gesto de “tenga misericordia de mí”, pero su respuesta es negativa. Regreso pensando cómo ir a casa por la llave de repuesto. Ya enojado, voy a hacer otro inútil intento de buscar por los alrededores del auto cuando me entregan las llaves. La única conclusión posible es que ando muy despistado, pues, según informa el de seguridad, dejé colgadas las llaves en la puerta del auto cuando lo cerré y alguna buena persona —sí, hay bastantes— le informó. Si estaría de mal humor que mi primera reacción fue pensar:”¿y si sabía que tendría problemas le costaba mucho estar pendiente de mi primera llegada al auto para evitarme la angustia?”. Uno de mis acompañantes le dio una propina, yo se la hubiese querido quitar. Subimos a los autos y ya al timón respiro profundo: “ahora sí, a disfrutar”.

Acelero y en poco tiempo llegamos a la entrada. No “ladeo” el auto y el infeliz túmulo lo golpea por debajo. Ahora sí estoy “como para que me toreen”, aunque por fuera me esfuerzo en seguir sonriendo, quienes me acompañan no tienen la culpa.

Por la hora el parqueo está casi lleno, nos toca lejos. Hacemos cola para entrar y problemas administrativos hacen que nuestro acceso sea harto demorado.

Entramos.

No hay lugar para acomodar las cosas. Buscamos y retirado logramos encontrar unas mesas pero por una churrasquera habrá que esperar. Venga cerveza para la espera y por el calor. Pocos nos cambiamos y vamos a la piscina. Yo voy con la misión de cuidar a dos pequeños que ya se valen por sí solos, pero así es uno de preocupado. El agua no me llega ni a las rodillas, no puedo dar ni una brazada… No importa, el clima es agradable y el agua está refrescante, con todo y la ceniza volcánica que decidió caer. Me siento a observar y siento que en ese momento el paseo en realidad comienza.

Los veo correr, hacer como que nadan, tirarse por los toboganes, salir de la piscina y “echarse” un clavado, los veo sacar, presurosos, sus cabezas del agua cuando el aire les escasea, inventar juegos y competencias… hacen de una piscina, con sencillos juegos adicionales que hacen distinta la experiencia de nadar, un mundo de fantasía. Pero principalmente les veo reír, al menos la mayoría lo hace. A un lado hay una chiquilla dando de berridos en un inútil implorar a sus padres por que la saquen del agua; a los alrededores, los gritos de “papi” y “mami” de aquellos chamacos que están prontos a realizar la, hasta ahora, máxima proeza de sus vidas (tirarse de un tobogán o un clavado) de la cual sus padres tienen que ser testigos que acompañen con aplausos la hazaña y que me hace recordar el ambiente ensordecedor que crean los chiquirines cuando deciden dar su estridente concierto, el cual pude disfrutar unas horas después.

Más tranquilo, con hambre y a regañadientes por parte de los dos que no se quieren salir del agua, regreso a ver cómo les fue con la churrasquera. Para mi agrado ya está todo preparado. Nunca fui a un churrasco al aire libre que fuera cómodo. El comer es toda una faena, como lo es servir y atender a los demás, no obstante siempre es un buen pretexto para hacer reuniones. Mientras el resto termina de comer leo en la prensa una noticia y quedo decepcionado de los presidentes de Honduras, El Salvador y Nicaragua que ni siquiera quisieron venir al país aunque fuera a solo escuchar sobre el asunto de las despenalización de las drogas. Dejo las noticias, suficiente con ese momento desagradable. Tomo mi cajetilla de cigarros y me alejo de todos.

No soy uno de los llamados “amantes de la naturaleza”. No obstante me parece que es agradable apreciarla y conocerla. Me retiro hacia un espacio en donde puedo ver árboles que poco dejan ver del cielo, maleza, un pequeño río que parece muerto porque apenas se mueve y cuento con la fortuna de ver un animal, acaso lagartija, porque desconozco el tema, de las que andan en dos patas, fue difícil encontrarla luego que me percaté que algo se movía, es sin duda una maestra en el arte de camuflar. Inhalo y exhalo relajado, tranquilo, sereno: el momento es placentero, genial y mío. Hago un recorrido ligero por las vicisitudes del día, que si bien no son trágicas, lograron alterar mi humor a lo largo de las horas y concluyo que todo ha valido la pena, porque así es la vida, así es el pasar del tiempo: uno se esfuerza y hace, a pesar de que se sabe que se encontrarán dificultades, problemas, momentos desagradables, acaso tristes, de angustia, de dolor, incomodidades, todo porque en el fondo, aunque en el momento no se logre ver, se sabe que es un precio que hay que pagar por momentos dignos de ser recordados.

Apago el cigarrillo, el segundo, y concluyo que mi día estuvo “BIEN”.

Con todo y sonrisa me dispongo a regresar con el grupo para enfrentar las vicisitudes del regreso a casa, pero tratando de hallar algún otro momento que valga la pena recordar.

Saludos

¿Libertad para qué?

Prohibido OpinarTres amigos, una mesa, dos cafés y una cerveza. Es sábado por la tarde y decidimos juntarnos porque sí, con el propósito de conversar un rato, reír de las ocurrencias que seguro tendremos y discutir de los temas que nos interesan o por lo menos para mostrar interés en el que al otro le interesa. Las horas avanzan deprisa. Segunda ronda de cafés y cerveza. No está tan bueno de sabor… importa poco. Más anécdotas, alguna confesión, el ambiente se pone cauto… quien cuenta la historia se ríe de sí mismo, señal de inteligencia, y vuelve lo alegre al ambiente.

La reunión llega a su fin. Salgo del lugar con una sonrisa, no se si se percibe en mi rostro, no soy consciente de ello, pero por dentro la llevo. Camino hacia el auto mientras voy meditando que hay conversaciones que debieran quedar guardadas en un lugar más seguro que la memoria.

“¿Libertad para qué tenes?” Fue una de las preguntas que uno de mis amigos hizo y sobre la que estuvimos discutiendo.

Estoy aburrido de leer y escuchar sobre el nacionalismo de Ricardo Arjona. Mi punto de vista es sencillo: es una persona libre y como tal puede hacer con su carrera lo que quiera e ir un pos de los objetivos y metas que desee, si lo de él es ganar dinero que lo haga y si lo fuera regalar todo lo que tiene, bien por él, aunque en realidad no lo aplaudiría por esto último. Llama más mi atención aquellos comentarios que tratan de condicionar las opiniones, en especial cuando hacen uso de la emotividad para dar peso a sus argumentos.

Que cómo la gente podía hablar todo un día del “dilema” de Arjona pero que nadie decía nada de la persona a la que, por robar su celular, habían asesinado. Que teníamos el país que merecíamos y que todos éramos una… bueno… malos ciudadanos.

Leí que ahora que a principios de marzo estuvieron pidiendo donaciones para lo que parece ser una buena causa, misma que muchos aplaudieron (por lo menos fue lo que percibí en Twitter), en una esquina, los jóvenes, con el entusiasmo y energía que les caracteriza, entonaban a todo pulmón un canto que decía: “Ese no dona, ese no dona, ese…” para avergonzar a quien no aportaba como mínimo los diez quetzales que solicitaban y obligarlo, a él y a quienes observaran el feo espectáculo, a realizar su aporte.

Hace unos días leí un tweet de Gloria Álvarez, sobre un proyecto en donde plantarían 1000 árboles, que empezaba: “MAÑANA!!! Todos los buenos chapines que buscamos…” No lo podía creer. Favorablemente lo leí completo y entendí —espero— lo que quería decir.

¿Qué libertad es la que tenemos? ¿Para qué nos alcanza?

Tenemos más límites que libertades, quizá es por eso que me interesa tanto el tema de la defensa de la poca con la que contamos.

Tienes el derecho de hablar del cantante que te plazca, el actor que te guste y el artista que te parece que merece que inviertas tiempo y recursos en él, para criticarlo o alabarlo, pues no importando lo que digas, será tu punto de vista. Puedes regalar tu dinero a quien quieras o guardarlo para ti mismo, total, es tuyo, fuiste tu quien, en el mejor de los casos, hizo y trabajó para obtenerlo y nadie tiene derecho sobre él, ni siquiera con chantajes emocionales. Los buenos chapines no son los que siembran árboles, eso es una actividad plausible y que el medio ambiente podrá llegar a agradecer, pero así como una buena obra no te hace “bueno” tampoco te hace malo el no hacerla.

Aclaro que el tweet de Gloria decía: “MAÑANA!!! Todos los buenos chapines que buscamos DEMOSTRAR nuestro compromiso VERDE con Guate, estaremos en la…”. Si bien hace una incorrecta generalización, porque nadie puede asegurar que todos los que fueron sean buenos chapines, en éste caso la naturaleza del individuo no está totalmente juzgada por esa actividad.

La recreación también es una industria y mueve fuertes cantidades dinero, lo que significa empleos, y eso es gente trabajando, produciendo… personas que tendrán, quizá, luego de satisfacer sus necesidades principales y si así lo desean, para donar a donde ellos quieran.

Utilizar la culpa para manipular no está bien, pero como es difícil cambiar a las personas que abusan de ella, en parte porque están convencidas de que lo que hacen es correcto, es tarea de cada uno de nosotros no dejar que nos manipulen con chantajes a las emociones. Esto no quiere decir que esos temas y mensajes que comparten no sean importantes, quizá hayan algunos importantes, pero hay mejores formas de “hacer conciencia” en la gente y convencer de que hay que actuar en pro de algo. La culpa roba libertad.

Sería muy lamentable que llegara el día en que no tuviéramos la libertad ni para elegir sobre qué queremos hablar, y debemos estar conscientes de que por muy lamentable que fuera no es del todo imposible.

Yo por mi parte estoy entusiasmado con el tema de la legalización de las drogas y sigo sin entender por qué en las últimas ediciones de la sección The New York Times de Prensa Libre no se menciona nada de eso, o quizá lo entiendo pero me cuesta aceptarlo. También sigo tratando de entender por qué la OTAN está juzgando y actuando distinto en Siria de como lo hizo en Libia. Y estar pendiente de esos temas en lugar de la nota de prensa que habría podido salir sobre la escuela que no cuenta con pupitres no me hace una mala persona.

Ojalá pronto tengamos otra reunión con los amigos en donde podamos discutir de lo que deseemos.

Saludos